El fin del embargo de EE.UU. a Cuba el año pasado ha permitido que ambos países comiencen a estrechar lazos, poco a poco, por primera vez en 55 años. Una muestra de ese acercamiento es el cortometraje que nos ocupa, el primero con producción íntegramente norteamericana rodado en Cuba. Un corto que aborda un tema tan personal como las raíces y el cómo para mucha gente pesa más el lugar donde ha vivido que aquel del que procede.
El motivo de este proyecto lo cuenta el propio director, Alex Mallis: “La película está basada en una tarde que vivi en mi primera visita a Cuba. Mi madre es cuabana, pero yo crecí en New Hampshire, así que siempre sentí una especie de desconexión entre el lugar donde crecí y mis raíces (realmente nunca me sentí latino). Cuando finalmente visité Cuba, las barreras de lengua, clase y cultura fueron la base para una serie de conexiones fallidas. De aquella experiencia saqué la inspiración para realizar este cortometraje“.
Sinopsis: “Un joven norteamericano intenta contactar con sus lejanos orígenes en Cuba, pero sólo consigue desvincularse aún más de éstos.”
Vía No Film School